martes, 9 de julio de 2013

Cortesía del Arañero: Punto de encuentro


Usted busca La Encrucijada de Aragua. Conseguirá unos sitios muy hermosos donde venden comida popular, cachapas, chicharrón, pernil… ¡Cuidado con el colesterol! No abuse. Ese era un punto de encuentro de los revolucionarios del Movimiento Bolivariano en la primera etapa. Ahí nos veíamos, en La Encrucijada de Aragua. Porque era cerca de todo, ahí estaba Maracay. A toda hora, sándwich de pernil y chicharrón. Hay una chicha muy buena. ¿Conoces a la señora Petra, que vende las cachapas? ¡Ajá!, yo sí me conozco todo eso.
A veces, me paraba a la una de la mañana a esperar a los muchachos. “¿A quién esperas?”, “No, esperando a Diosdado”, o ellos me esperaban a mí, o venía Blanco La Cruz de no sé dónde. Ahí nos veíamos y nos escondíamos en casa de Lugo López, que vive por ahí cerca. Hugo López es un mayor llanero, de allá de Guárico. Ese muchacho atacó el 27 de noviembre la cárcel de Yare, a pesar de que tenía muy pocas fuerzas. Y nosotros dentro, desesperados por no poder hacer nada, encerrados ahí en las celdas. Lo primero que sonó fue un mortero que cayó en el patio de la cárcel. ¡Boom! “Empezó la revolución”, dijimos. Y comenzó un ataque a Yare con un grupo de oficiales, de suboficiales y de civiles que se incorporaron tratando de sacarnos. Ellos no pudieron entrar y se replegaron. Lugo López cogió sabana, se fue al frente de una fuerza que se replegaba, cogió pa’ los llanos del Guárico y allá se entregó. El mayor Edgar Lugo López, nunca olvidaré su amistad, su paciencia y sus sentimientos de buen hombre llanero y de buen soldado.
Y Luis Figueroa, este muchacho que ustedes ven, fue presidente de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central de Venezuela, líder estudiantil, líder social y sigue siéndolo. Fue uno de los jóvenes que fusil en mano se fueron a Yare el 27 de noviembre a tratar de liberarnos de aquella prisión. No pudimos avisarles que no lanzaran el ataque; ese movimiento fue delatado. Arias Cárdenas y yo, que no dormimos, estábamos muy preocupados porque ya sabíamos que los estaban esperando. Oímos los ruidos, estaban ubicando una ametralladora en el techo. Intentamos llamar por un radio toda la madrugada. Me quedé ronco: “Águila no sé que, llamando…”. Nada, no nos comunicamos con nadie. Como a las siete de la mañana sonó el primer mortero en el patio de la cárcel, dijimos: “¡Llegaron!”, y se armó el tiroteo ahí.
Lástima que no nos llegaron las armas. Yo preso y tirado en el suelo por la plomazón. Después agarraron una máquina que estaba por ahí. Me asomé y la vi, pero la volaron. Por cierto, un teniente larense, que estaba retirado y se incorporó a ese grupo de combatientes, perdió un ojo. Iba manejando la máquina como fuerza de choque, pero le tiraron con un cañón antitanque. Hubo algunas bajas nuestras, algunos heridos. Los muchachos se replegaron cerro adentro, porque si no, los hubieran masacrado. Los estaban esperando con ametralladoras y cañones antitanque.

No hay comentarios:

Publicar un comentario